Soberanía alimentaria: la revolución empieza por casa

Cultivar los propios alimentos, valorar las tradiciones ancestrales y los productos regionales es parte del cambio cultural que proclaman organizaciones y programas como ProHuerta. Enteráte de lo que podés hacer para sumarte a la movida.

12 Sep 2014

Apropiarse del derecho a decidir lo que comemos y desprenderse de los límites impuestos por la industria, el mercado y el dinero. Convertir el acceso al sustento en un derecho autónomo, liberado de los valores asignados por la oferta y la demanda y más atento a las circunstancias de los pueblos. La soberanía alimentaria -un concepto introducido por primera vez en la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996- va por esa vía y propone que sean los mismos habitantes del suelo quienes decidan sobre los modos de producción y consumo.

"Se trata de una estrategia que significa romper con las políticas agrícolas neoliberales impuestas por la OMC, el BM y el FMI. Es un concepto que trascendió el término utilizado hasta entonces de seguridad alimentaria y colocó en el centro del debate político a los productores agrícolas, apoyándoles en su lucha por producir alimentos al margen de las condicionalidades impuestas por el mercado", dice Esther Vivas, en un artículo que publicó a propósito del Foro por la Soberanía Alimentaria realizado en Nyéléni, Mali, en 2007. "Fue un principio que rompía con el mito de que sólo los mercados internacionales podrían resolver la cuestión de la inseguridad alimentaria y priorizaba los mercados locales y nacionales, fortaleciendo la agricultura, la pesca y la ganadería familiar y colocando la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad social, económica y medioambiental".

En Salta, el programa ProHuerta, coordinado por Alcira Figueroa y sostenido por el INTA y el Ministerio de Desarrollo Social, es una de los frentes más activos en la materia. En funcionamiento desde 1990, su llegada es cada vez más profunda en los territorios y comunidades gracias a una red de casi 1300 voluntarios y agentes de Atención Primaria de la Salud (APS), 55 técnicos, instituciones educativas y de la salud, asociados todos en el objetivo de garantizar alimento saludable para las familias. 

El movimiento se convirtió en tendencia y sus principios se filtran en iniciativas que facilitan el cambio cultural para el ciudadano común. Uno de los primeros, según cuenta Natalia Purtic, desde el área de comunicaciones del Centro Demostrativo Agroecológico (CDA) de Cerrillos, es la constancia para producir el propio alimento. "Tener huerta es un hábito nuevo, que hay que incorporar y cuidar. Después cambia todo. La comida es más rica, más sana. La ficha que tiene que caer para generar esta revolución, es la constancia. Tampoco es que te vas a morir trabajando, sino nada más ponerte ese chip de cuidar la huerta todos los días. No hacerlo cuando tenés el impulso sino tomarlo como una cosa seria. Después cambia la salud, el cuerpo, todo", asegura, sin dejar de contar en el ahorro que significa no necesitar comprar verduras, pollos o productos elaborados con lo que da la tierra.

Huertas urbanas

Vivir en un departamento tampoco es excusa y las huertas comunitarias comenzaron a instalarse en el paisaje urbano de a poco, con intervenciones como la de Chaucha y Palitos, o Uncas en Acción, un colectivo huertero que trabaja en la Zuviría 2750 de barrio Miguel Ortiz y tiene en su base la toma de conciencia sobre la producción sostenible de alimentos.

El colectivo trabaja desde finales de 2013 con la minka como modelo de trabajo comunitario, una práctica ancestral de los pueblos originarios andinos, en los que el las tareas y la producción se reparten para el beneficio de todos. "La huerta es un nuevo lugar de encuentro, conexión y proyección, por tanto podemos pensar su rol como un lugar que permitiría re-actualizar las relaciones socio-comunitarias características de la vida en el barrio. En este contexto, su función es re-establecer el contacto y la conexión con la naturaleza, con la madre tierra de manera consciente. La huerta barrial es un espacio alternativo en un contexto urbano, es un espacio de interacción e integración socio-cultural donde podemos entendernos como parte del conjunto social y a su vez entender a la sociedad como parte de un todo natural", dice Daniela Romano, una de sus promotoras.

El grupo organiza además encuentros de promoción y debate abiertos a la comunidad, con actividades artísticas, deportivas. El próximo será el 4 de octubre, en el terreno sembrado, desde las 14 y hasta las 20.

Primer paso

La propagación del movimiento comienza sin embargo en la casa propia y para ese arranque el programa ProHuerta facilita los primeros impulsores. En el CDA, los martes y jueves hay cursos y talleres gratuitos sobre huerta orgánica, producción de aromáticas, lombricultura para producir abono orgánico, construcción de invernaderos rústicos, desarrollo de sistemas hídricos, cría de pollos, conejos y ponedoras. 

"El primer objetivo es que todos puedan comer y tengan comida saludable, que tengan su huerta, darles las semillas, pollitos, conejos, capacitar, estar ahí, apoyándolos", señala Purtic. Construir el conocimiento, también con los saberes ancestrales, lo aprendido de la tradición y las recetas tradicionales de cada región, recuperar el valor de esas comidas, es otro de los objetivos del programa. "El valor y el potencial está en la gente y lo que intentamos es que ellos se den cuenta de que valen y sus comidas no se pierdan", agrega.

Alimentarse entonces con lo propio, poner un poco en cuestión el sistema que nos aleja de la tierra y salir a buscarla, aunque esté en macetas y balcones. Las huertas verticales, construidas con caños sanitarios, botellas y neumáticos en desuso pueden ser una opción en caso de habitar viviendas sin patio y cuando no se puedan comprar macetas. En el CDA de Cerrillos se puede aprender a fabricar todo, desde la huerta vertical hasta las herramientas con partes de bicicleta o una bomba a soga para sacar agua del pozo con los pedales de una bici vieja. "Lo que buscamos es que en un lugar estén todas las opciones y verlas en funcionamiento", sigue Natalia.

Según datos de ProHuerta, a fines de 2013 había en Salta 21.926 huertas familiares, 392 escolares y 328 comunitarias, con más de 10.000 familias y 3.500 escuelas a las que alcanza la asistencia del programa. El interés por alimentarse con la propia siembra va en aumento y los conocimientos básicos están al alcance de todos. La clave es empezar.

Para comenzar

Una huerta de 100 metros cuadrados es suficiente para abastecer a una familia todo el años, y si a eso se le suma un gallinero móvil como los que enseñan a afabricar en el CDA, con cinco ponedoras y cinco pollos camperos que se vayan reproduciendo, la alimentación está cubierta en mucho más que lo básico.

Si no hay tanto espacio disponible, la tierra contenida es una alternativa válida para viviendas sin acceso al suelo, mientras al cultivo le llegue agua, abono y luz en cantidades suficientes. 

Para la temporada que está por comenzar, las semillas que entrega ProHuerta son de acelga, albahaca, lechuga, maíz, perejil, pimiento, poroto, tomate, zapallo y zapallito. Para conocer cuál es el contacto más cercano con agentes del programa se puede ingresar a la página de ProHuerta en Salta.

Y para empezar a aprender el oficio, el próximo sábado, desde las 10, en el Mercado Vaquereño se dictará un curso gratuito de huerta orgánica, en la canchita al lado del Fortín de Vaqueros, sobre la Ruta Nacional 9.

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